Hasta ahora no llego a entender el amor infinito que me tienes, mujer. No lo entiendo. Quizás el que no lo merezca sea la razón de ese obstáculo que me impide interpretar dicho cariño. No lo sé.
Eres bastante sencilla, tus trapos te delatan y eso me disgusta; no me gusta que seas así, lo detesto. Así como también me molesta esa forma de hablar tuya, tan “chabacana” y tus temas de conversación tan empalagosos. Eres bastante simple, mujer. ¿Por qué eres así?, ¿por qué?. Tus mil y un maneras de cambiar de opinión, en resumen, esa forma tan voluble de ser; me marea, me causa nauseas. ¡A veces!. Y te lo he dicho, mujer. Incontables son las veces en las cuales me he acercado a ti a decirte las cosas tal y como las pienso, siempre recibiendo como respuesta las saladas que recorren tu rostro y los siempre bien recibidos: “tú no me quieres, no tienes sentimientos”.
Lo que no sabes, mujercita; es que a pesar de todo ello te considero la mejor, porque no hay perfección alguna mejor que la que posees. Muchas son las veces que observándote a lo lejos -después de acompañarme a alguno que otro lugar que me resulta desconocido- y al notarte tan pequeña, bastante mofletuda y con la sonrisa de oreja a oreja despidiéndote; me han dado ganas de volar. Sí, de volar, dirigiéndome hacia ti, envolverte con un abrazo y brindarte los mimos que nunca has recibido de mi parte.
¿Viste?, no comprendo. No entiendo. ¿Cómo lo logras, cómo lo haces?. ¿Por qué me quieres, mujer?, si lo único que hago – la mayor parte del tiempo- es hacerte sentir mal. Y aún así estás allí. Siempre, nunca paras. Allí, como una estrella pendiente en cada paso que doy. Con todas tus imperfecciones perfectas y con mis melodramas y prejuicios absurdos, somos uno.
“Tú no me quieres, no tienes sentimientos”. No, mujer. Eso no es cierto. Yo no puedo sentir más de lo que siento por ti y ten en cuenta algo. Eres la única persona a la cual puedo decir esas cinco letritas que forman la palabra más difícil de expresar - por mi parte-: te amo.
Nunca es tarde, algún día -quizás mañana o pasado mañana, ¿quién sabe?- leerás lo escrito aquí y te emocionarás, lo sé y esa frase que sueles decir se te borrará de la mente como sueles desvanecer de tus recuerdos cada iniquidad que te he hecho. Te acercarás a mí y me darás esos apretones que sueles darme cada que te emocionas por algo y yo procederé a sentirme la más dichosa del universo.
Te lo resumiré, porque no gustas de la lectura: te abrazaré siempre, no con los brazos, sino con el corazón.
Y allí estarás, paradita como un ángel.
Mi ángel.
M.